Brasil/Argentina – Saltos de agua en Iguazú

Tas un par de semanas en las grandes ciudades de Sao Paulo y Rio, hice un giro radical hacia un lugar de enorme belleza natural: las cataratas de Iguazú.

Las cataratas están justo en la frontera entre Brasil y Argentina. Parte pertenecean a Brasil y otra parte (mayor) a Argentina. Así que para visitarlas bien hay que ir a los Parques Nacionales de ambos países. En Argentina se puede caminar muy cerca de las cataratas por varios senderos. Por contra, el lado brasileño ofrece una buena vista panorámica de las cataratas que están en el lado argentino.

Como yo venía de Sao Paulo, en primer lugar me quedé en Foz do IguaÇU, para ver la parte brasileña. No comento nada más de las cataratas porque las fotos hablan por sí mismas:

Central hidroeléctrica ITAIPU

Otra actividad interesante en Foz do Iguacu y que despertó mi curiosidad de ingeniero es visitar la central hidroeléctrica de Itaipú, en la frontera entre Brasil y Paraguay. Con sus 14.000 MW de potencia era, hasta la construcción de la presa de las 3 gargantas en China, la mayor hidroeléctrica del mundo. Y en Itaipú insisten en que, por energía generada (aunque no por potencia instalada) sigue siendo la número uno del mundo.

Cada unidad generadora tiene una potencia casi equivalente a una central nuclear.

Esta gigantesca central abastece el 17% de la energía eléctrica consumida en Brasil y el 80% de la de Paraguay. La energía se reparte al 50% entre Brasil y Paraguay, aunque Paraguay, que es un país con menor consumo de electricidad, revende a su vez una parte importante de su energía a Brasil.

El día siguiente tocó cruzar frontera, cambiar moneda, dejar Brasil tras un mes y medio y quedarme en el pueblo argentino de Puerto Iguazu. Al igual que su homólogo brasileño, es un pueblo que vive fundamentalmente del turismo a las cataratas.

Y aquí, el día siguiente lo pasé con más y mejores vistas de las cataratas:

Vista desde abajo de una de las cataratas

Vista de las cataratas desde arriba

Brasil – Fiebre del oro, fiebre de las iglesias

Después de la locura del Carnaval, decidí escapar unos días a un escenario más tranquilo: Ouro Preto («oro negro») y Mariana, en el estado de Minas Gerais, dos de los pueblos coloniales mejor conservados de América Latina.

Plaza principal de Ouro Preto

La Villa Rica de Ouro Preto es la quintaesencia de la fiebre del oro. En el siglo XVIII, la producción de oro en la región de Minas Gerais alcanzaba proporciones inauditas, mayores que en todas las colonias españolas en los dos siglos anteriores. Llegaban a Ouro Preto cazadores de fortunas y miles de esclavos para trabajar en las minas. Con la fortuna del oro, los ricos vivían con toda ostentación y lujo. El centro económico de Brasil se trasladó del norte (plantaciones de azúcar) al sur, como sigue hasta nuestros días.

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII fue decayendo la producción de oro en Ouro Preto, y los cazafortunas marcharon hacia su siguiente presa. Hoy, Mariana y Ouro Preto son dos pueblos tranquilos, que se conservan detenidos en el tiempo.

Puente en Ouro Preto

El principal reclamo turístico de Ouro Preto son las 23 iglesias que hay esparcidas por el pueblo, también fruto del boom del oro. Es muy llamativo que en un pueblo como este pueda haber tal cantidad de iglesias, y todas con belleza arquitectónica. Cierta competencia entre órdenes religiosas empujaba a hacer cada vez más y mejores iglesias Como a los negros no se les permitía participar en la misa con los blancos, también construyeron su propio templo con lo que podían sisar de las minas. El estilo de estas iglesias es conocido como Barroco Mineiro, una variante del barroco europeo cuyo máximo exponente es Aleijadinho, natural de Ouro Preto.

Dos iglesias en Mariana

Ouro Preto y Mariana son sitios tranquilos, muy agradables para pasear, pasar un par de días admirando la arquitectura colonial y probando la comida tradicional de Minas Gerais. Después de eso, no hay mucho más que hacer, y tras dos días allí, volví hacia Rio.

Calle de Mariana

Brasil – Samba…de Janeiro!!

Después de unos días de estudio intenso, nada mejor que una buena fiesta: Carnaval en Rio. Lo primero que tenéis que saber si os planteáis ir es que sale muy caro y hay que reservar con mucha antelación. Los alojamientos se llenan meses antes y exigen que contrates un «pacote» de un mínimo de 5-7 días por un precio 4 veces superior a lo normal. Eso por no hablar de entradas al Sambodromo o lo que vas a gastar en alcohol y fiesta 24h. Pero desde luego es memorable, sin duda una de las mejores fiestas.

Furgoneta que me llevó de Sao Paulo a Rio

Mi experiencia de Carnaval empezó con algún susto. En cuanto terminé mi examen fui a la estación de autobuses de São Paulo y pedí un billete para Rio. Me dijeron que hasta el sábado por la noche, nada. En ese caso llegaría a Rio el domingo y perdería 2 noches carísimas de hostel ya pagadas. Menos mal que después encontré a unos que estaban haciendo su agosto con esto: transportaban a la gente en furgonetas por algo más de lo que cuesta el billete de autobús. Después de unas horas en la furgoneta, otro pequeño incidente: el tráfico de entrada a Rio en Carnaval se multiplicó a causa de un accidente, y pasamos varias horas parados en la carretera con todo el mundo bajado de los coches.

Así que al final llegué al hostel cansado a las 2:30am. No habia nadie en la habitación, pero en ese momento entró Diego, uno de los compañeros de cuarto. Me preguntó si iba a salir, y a los 10 minutos estábamos en Lapa, el centro de la fiesta en Rio los viernes. Vimos el ambientazo, pedimos unas caipirinhas y ya estaba: problemas olvidados y metido el ambiente de fiesta por los próximos 5 días.

Ambiente de fiesta en Santa Teresa

El ambiente que hay en Rio es extraordinario. Hay fiesta por toda la ciudad y durante todo el día, y mientras tanto gente que hace su vida normal. Andando por una calle cualquiera te encuentras indistintamente con un grupo de jóvenes vestidos de mariposa bebiendo cerveza o con una señora que pasea su perro tranquilamente por la mañana. Hay zonas específicas, como esta en el barrio de Santa Teresa, donde hay música y bebida.

Banda de Ipanema

Pero también todos los barrios organizan sus propias actividades, sobre todo los blocos y las bandas. En los blocos la música y la gente se desplaza por alguna calle del barrio, otras veces está fijo en un lugar; hay algunos a los que van miles de personas y otros muy pequeños u orientados a familias con niños. Las bandas tienen más músicos que tocan la trompeta u otros instrumentos; la más conocida es la banda de Ipanema, que desfila junto a la playa.

Bailes espontaneos en la calle

Como los brasileños son muy espontáneos, además de estas fiestas programadas, no era raro ver de pronto un baile improvisado en la calle, al que se iba uniendo y llendo gente.

Carroza de una escola de samba

Aunque lo más característico son las escolas de samba. Llevan meses preparando las carrozas y los trajes, y ensayando los bailes. La final en el Sambodromo es el momento culminante: la procesión de las escolas de samba se prolonga muchas veces hasta las 6 de la mañana, con todo el público en pie bailando durante horas. Yo no compré entrada para el Sambodromo, por controlar un poco el gasto desenfrenado de esos días, pero estuve en la entrada viendo las carrozas y las escuelas de samba desfilar entrando hacia el Sambodromo, ya cogiendo el ritmo. Creo que había más gente viéndolo desde fuera que dentro, aunque por lo que ví estar en el interior tiene que estar muy muy bien. También está de moda entre los turistas apuntarse a bailar con una escola de samba y desfilar por el Sambodromo; si lo haces es obligatorio comprar el traje de la escuela.

Adivina quien va al Sambodromo

Después de 5 días de Carnaval, viajé unos días a Ouro Preto (siguiente post), pero volví el sábado siguiente a la grand finale: el monobloco. Aunque oficialmente ya no es Carnaval, el final del Carnaval de facto es el domingo siguiente, día que también terminan las vacaciones de muchos brasileños. Empieza a las 8am y dura toda la mañana por las calles del centro, acude cerca de medio millón de personas.

It’s Carnival!

Pd: no, no voy a poner fotos mías vestido de Carnaval, así que no me lo pidáis jajaja

Brasil – Ilha do Amor

Otro viaje en barco me llevó desde Manaus hasta Santarem. Hay algunos barcos que hacen la ruta completa entre Manaus y Belém, pero es una buena idea detenerse unos días en Santarém para partir el largo viaje.

Santarem es una ciudad de tamaño medio. Tiene un par de pequeños museos, aeropuerto y mucho comercio. Por la noche se notaba la presencia de algunos turistas brasileños tomando un helado mientras pasean por el «paseo marítimo»; su piel blanca no permite confusión con los rasgos indígenas de los locales. Santarem también es un lugar adecuado para realizar excursiones de naturaleza, en particular a la Floresta Nacional de Tapajos.

Plaza de Alter do Chao

Otro de los atractivos cercanos a Santarem, lo que atrae a los mochileros hasta allí, es el pueblo de Alter do Chão, que está a 33 km de Santarem. Alter do Chão se extiende en la orilla del río Tapajós, es un pueblo pequeño y agradable, y tiene una plaza principal con vistas al río. La playa de arena blanca está a unos 500 metros de esta plaza, así que todo se puede hacer a pie. Los pequeños barcos de pescadores de Alter do Chão se han reconvertido para ofrecer «paseios» a los visitantes. Aun así, sigue siendo un pueblo tranquilo, con un ambiente muy relajado que la llegada del turismo no ha estropeado.

Ilha do Amor

Justo enfrente del pueblo, cruzando parte del río, se sitúa Ilha do Amor, una isla con playas blancas y, más hacia el interior, zonas muy aisladas donde poder perderse. Era la estación de lluvias y las playas estaban algo reducidas respecto a su nivel en la época seca; aun así las vistas eran bonitas.

Alter do Chão es, desde hace años, un paraíso de mochileros. Aislado en el Amazonas, pequeño, agradable, tranquilo, con playa y naturaleza, es un lugar ideal para perderse una temporada. Y suele ser una larga temporada, porque el tiempo parece que no pasa en Alter do Chão, uno de esos sitios donde la gente no lleva reloj y se toma la vida con toda la calma. Puedes preguntar a un viajero cuanto tiempo lleva allí, se queda pensando y al final te contesta «dos o tres meses, creo» con cara de «y parece que fue ayer».

Antes de dejarme llevar por el ritmo tan relajado de este hermoso pueblecillo, recordé que se acercaban mis exámenes y tenía que llegar a São Paulo. Volví en autobús a Santarem para comprar un billete en el próximo barco hacia Belém. Pero el siguiente barco no zarparía hasta el viernes, así que, ¡vaya!, me tocó quedarme tres días más en ese bonito lugar :-).

Posada da Floresta

Los mochileros que llegan hasta allá son una especie muy distinta de los que encuentras en sitios como Buenos Aires o París. Los jóvenes de 18-23 años pasan de largo este tipo de sitios, corriendo para que les dé tiempo a ver el siguiente gran monumento. Los que se quedan en pueblos como este son generalmente mayores, valoran la tranquilidad, la naturaleza y viajar a otro ritmo, muchos han tenido -o tienen aún- sus años hippies.

Playa junto a Posada da Floresta

¿Y dónde se quedan? Uno delos sitios es la Posada da Floresta. Es un albergue muy relajado donde cada uno duerme en su hamaca y se hace su propia comida. En este plan de cocinarse e ir a la playa se puede vivir largas temporadas por muy poco dinero. Detrás del albergue hay una pequeña playa en la que nunca había nadie, unos pasos y te puedes dar un chapuzón. Este es uno de los pocos alojamientos a los que todavía no ha llegado internet, así que la gente habla y se relaciona en lugar de estar cada uno por su cuenta sin desconectar de casa mirando el facebook o en mi caso escribiendo este post :-). Desde luego, internet ha cambiado la experiencia de viajar. Fijaos si este sitio es relajado, que el día que me fui estuve media hora buscando al encargado para pagarle la habitación (o mejor debería decir el lugar para poner mi hamaca?). Ya me tenía que ir para llegar a tiempo al barco y nadie sabía dónde estaba el hombre, hasta que por fin lo encontré, en una habitación escondida echando unos porros con cuatro amigos. Si me voy y no le pago, pues ni se entera y tan feliz.

Después de Santarem, el tercer barco me llevó a Belém, de ahí fui a Fortaleza unos días y luego a São Paulo, donde hice un par de exámenes en el colegio Miguel de Cervantes. Ir al sur de Brasil es como ir a otro país, no tiene nada que ver con el Amazonas. De estas semanas no haré posts, así que en el próximo llegamos al Carnaval en Rio.

Brasil – Adentrarse en la jungla

A las 6:00 partía nuestra expedición del Hostel Manaus hacia el interior del rio: una pareja de Hong Kong, 2 alemanes, un chino y una brasileña que vive en China, un austriaco, un español, un brasileño del sur y otro brasileño del sureste (y este post no es un chiste :-)).

Yo no soy amigo de hacer tours organizados, pero para ir a la jungla no hay otra manera. Así que me apunté con la empresa Amazon Antonio, que viene muy recomendada en las guías y además tiene oficina dentro del propio Hostel Manaus. Para que os hagáis una idea los que estéis pensando ir por allá, el coste es de 160 R$/día, mínimo 3 días (caro pero sin duda merece la pena hacerlo).

Una vez llegados, visitamos el campamento. Desde la torre de observación se puede contemplar el paisaje. Hay muchas zonas apantanadas, con árboles parcialmente sumergidos, porque es la temporada de lluvias. Esto es bueno para poder explorar en canoa, que fue la primera actividad que hicimos.

Vista desde el campamento

Paseo en canoa

Despacio en la canoa, se escuchan los sonidos de muchos animales y el lento fluir del agua. Cada rato veíamos algún pájaro en las ramas de los árboles (lo siento pero esto ya es demasiado para mi cámara y mis pobres skills de fotógrafo). Pudimos ver las dos especies más características: el tucan y el papagayo.

El guía con una de las muchas pirañas que pescó

En un descanso de la exploración en canoa, nos dedicamos a la pesca de pirañas con hilo. Que sepáis que yo soy un negado :-(: no solamente no pesqué ni una, es que ni siquiera picaban, jaja. Pero el guía, era tirar el hilo y ya le picaban (tongo!), así que esa noche no nos faltó la cena :-).

El pequeño caimán

Tras cenar piraña, volvimos a salir con las canoas. La jungla y el río se sentían diferente por la noche. Hay más animales que salen durante la noche, y además el hecho de no ver casi nada añade un halo de misterio. A lo lejos, el guía pudo distinguir dos luces brillantes, muy pequeñas. Eran los ojos de una cría de caimán; vimos varias en la zona apantanada. Eran una preciosidad, tan pequeñitos. Si les masajeas el vientre se quedan dormidos como un tronco. Después de este paseo en canoa, volvimos al campamento para pasar allí la noche.

Bebiendo agua al estilo indígena

El segundo día antes de amanecer ya nos adentramos en la jungla. Era muy interesante escuchar de rato a rato las explicaciones del guía. Nacido en un pueblo indígena, conoce la flora y la fauna y sabe los trucos para utilizar cada cosa en la jungla. Por ejemplo, poniendo el brazo en una colonia de hormigas y restregándolas, se queda un olor en el cuerpo que es repelente contra los insectos. Otro: para beber agua no hay más que cortar una de las lianas que contienen más agua en su interior. También cortó una rama con su machete e hizo una cesta de mimbre en no más de 5 minutos. Vamos, que estos indios con estar en la jungla ya no necesitan nada más, tienen la vida resuelta! Esa noche, nos quedamos a dormir en la jungla. Atamos nuestras hamacas en unos árboles e hicimos fuego para cocinar pollo.

Bichitos de la jungla

El día siguiente, al hicimos un poco de trekking por la jungla. Al alejarnos del río, cada vez la vegetación se hace más frondosa. Para llegar al verdadero ecosistema amazónico profundo habría que caminar más de 7 días; nosotros con caminar 2 días ya nos hicimos una idea. Segimos viendo más animales: pájaros e insectos, como esta hermosa arañita, bonita pero con la que espero no volver a cruzarme!

Parte del grupo se quedó a un cuarto día con otras actividades, y parte nos fuimos de vuelta a Manaus.

En conclusión, disfruté mucho de estos tres días. En medio de la jungla, no hay distracciones y puedes disfrutar a tope de la naturaleza: paisajes espectaculares, animales, el sonido de la selva, etc. Es, ciertamente, una «turistada», pero en este caso y sin que sirva de precedente creo que hay que caer. Una excursión de unos días por la jungla es un must, si vais por el Amazonas.

Vista del río

Brasil – Manaus

Tras tres días navegando por el Amazonas, arribamos a Manaus.

A primera vista, Manaus resulta algo chocante. En todo el camino durante tres días apenas habíamos visto nada más que naturaleza, sólo casas de familias indígenas desperdigadas y pequeñas poblaciones a la orilla del río. Ahora, el paisaje era muy diferente. Rodeada de una jungla impenetrable por los cuatro costados, se alzaba una ciudad con varios puertos, gran tráfico de barcos, rascacielos, jaleo de coches y autobuses y casi dos millones de almas.

Teatro Amazonas

Después de hacer el check in en el Hostel Manaus (buen sitio para conocer gente), esa tarde recorrí el centro histórico de la ciudad. El principal atractivo turístico es el Teatro Amazonas. Para su construcción a finales del siglo XIX se utilizaron los materiales más lujosos de la época, traídos desde Europa. Desde luego, no escatimaron en gastos para construir un teatro world class en medio de la jungla amazónica.

Interior del Teatro Manaus

¿Y de dónde sacaron tanta plata? Pues en esa época se daba en la región la llamada «fiebre del caucho». El caucho era cada vez más utilizado en Europa y Norteamérica, y la Amazonia suministraba todo el mercado mundial, a unos precios desorbitados. Manaus era una de las ciudades más prósperas del mundo. Aunque el apogeo duró poco. Hacia 1910 los ingleses ya habían llevado semillas del árbol amazónico a sus colonias en Malasia, donde desarrollaron cultivos rápidamente, y la sobreproducción hundió los precios en el mercado mundial. La época dorada de Manaus había terminado (aunque ahí quedó el Teatro Amazonas).

Ball room del Teatro Manaus

Conociendo esta historia, el edificio me recordaba a otros que había visitado en Dubai y especialmente en Abu Dhabi. Construcciones muy lujosas y hasta ostentosas, en medio de la nada, sustentadas en un pelotazo en los precios de exportación de las commodities locales, dejan al visitante un cierto sabor a nouveau riche. Y todo esto es muy efímero, como todo ciclo «boom and bust» dura hasta que pincha la burbuja… aunque en Oriente Medio todavía les dura.

Después estuve visitando un pequeño museo dedicado a las poblaciones indígenas. Interesante para saber cómo vivían los indios antes de la colonización, y cómo algunos siguen viviendo, porque existen aún tribus que viven aisladas, algunas no han tenido contacto nunca con la civilización.

La Skina dos Sucos es un lugar excelente para probar variedades amazónicas como guaraná y açai

Otro de los placeres de visitar la Amazonia son las excelentes frutas y los sucos (zumos). Dos variedades especialmente conocidas son el guaraná y açai, maravilloso!!

Pero lo que verdaderamente atrae a los turistas a Manaus no es el Teatro Amazonas ni los sucos. Manaus es el principal punto de partida para visitar la selva amazónica. Muchos operadores ofrecen tours de distinta duración y precio. Pero esto ya os lo cuento en el próximo post.

Brasil – Surcando el Amazonas (2)

El día siguiente, seguimos navegando entre Tabatinga y Manaus.

La comida en estos barcos es básica pero aceptable. Ofrecen los platos básicos brasileños: arroz, frijoles, espaguetis, farofa, algo de ensalada y carne. Las advertencias de las guías de viaje de diarreas, agotamiento de la comida y demás eran, como casi siempre, exageradas. En el primer barco el billete incluía todas las comidas, mientras que en los siguientes había que pagarla aparte. Un pelín más barato salía comprar los platos hechos que traían vendedores que saltaban al barco tan pronto se aproximaba a un puerto.

En la eterna cola para comer, tuve un encuentro curioso.

Familia a la que conocí en la cola del comedor

Había una madre y su hija pequeña justo detrás de mí. Yo ya me había fijado desde el primer día en esta familia, de aspecto inconfundible: las mujeres y niñas muy pequeñas, con un velo largo, y el hombre con el pelo y la barba muy largos; todos bajitos y con piel muy curtida por el sol. Tenía mucha curiosidad por saber por qué llevaban ese aspecto y si era una cuestión religiosa. Yo sabía que no podían ser musulmanes. Más tarde hice una foto a madre e hija cuando iban al baño.

Sin saber mi nacionalidad, la mujer empezó a hablar conmigo en español (que casi nadie en el barco hablaba). Entonces supe que eran de Perú. Le pregunté si en su ciudad es costumbre llevar velo, y me contesta: «Si las mujeres no llevan velo, Dios no les escucha. Lo pone la Biblia» (y me dijo el libro del Antiguo Testamento). Me explicó que son de religión «israelita». Le pregunté si eran como los judios de Israel (obviamente no, era por darle coba y que se explicase). «¡¡NO!! ¡¡¡PORQUE ELLOS HAN NEGADO AL SEÑOR!!!» A medida que iba hablando de su religión se le vía más segura, alzando cada vez más la voz, se nota que es el tema que le gusta. Al parecer su «señor», Jehová de los Ejércitos, había visto que en Israel no le escuchaban y había preferido encarnarse en Perú. Este hombre, según me contó la señora, subió a los cielos y trajo de vuelta los 10 mandamientos. Estos eran los mismos de Moisés, pero con la diferencia de que en el caso de Moisés los mandamientos descendieron a él y en este otro es Jehová de los Ejércitos el que ha subido a los cielos para traerlos.

Pero lo que más me impactó de las teorías de esta señora no fue la religión, sino cuando empezamos a hablar sobre el pelo. «Los Incas tenían el pelo largo, por eso eran fuertes» Yo estaba a punto de soltar una carcajada, pero le pregunté ¿como Sansón?. «Sí, claro, claro, como Sansón, veo que usted conoce. Por eso ahora todo el mundo es débil, porque se cortan el pelo. No estamos a imagen de Dios». Sin duda su marido debia ser fuerte, con los pelos que llevaba. Entonces entramos en la sala para comer, pero no me senté junto a esta señora, la conversación ya había sido suficientemente surrealista.

Esa noche, los paisajes eran espectaculares. El río Amazonas se hacía cada vez más grande y majestuoso.

Puesta de sol sobre el Amazonas

Los dos siguientes viajes que hice me llamaron menos la atención. El barco estaba lleno pero no tan abarrotado como este primero. No había haitianos, sólo gente local y, en el último, varios europeos. En lugar de la excitación por llegar a un nuevo país y una nueva vida, esta gente se tomaba el viaje con la normalidad de quien lo hace de manera habitual. Aun así, hubo muchas ocasiones de conocer gente y los paisajes eran también espectaculares.

En conclusión, recomiendo a todos que si viajáis al Amazonas toméis al menos alguno de estos barcos. Es una experiencia única, te da acceso a ver todo el cauce del río y a relacionarte con facilidad con mucha gente local que vive alejada del mundo del turismo. Y además, por supuesto, es la forma más económica de recorrer la región.

Brasil – Surcando el Amazonas (1)

Navegar en uno de los lentos barcos que surcan el Amazonas es una experiencia inolvidable. No prentenden ser barcos turísticos, ni bonitos, son el transporte corriente, de personas y mercancías, en una región donde no hay carreteras ni trenes. Cada pasajero debe llevar su propia hamaca, junto con dos trozos de cuerda para colgarla del techo.

Yo cogí estos tres barcos:
– Tabatinga – Manaus 3,5 dias 170 R$
– Manaus – Santarem 1,5 días 100 R$
– Santarem – Belém 2 días 120 R$
En dirección opuesta (upstream), tardan casi un 50% más y son algo más caros.

La tripulación carga mercancía

Sin duda el primero fue el más divertido, en parte por la novedad y en parte porque fue original, así que me centraré en ese. Como os iba contando, fui a comprar el billete el día anterior, con mi hamaca al hombro para coger un buen sitio. En el barco estaban cargando mercancías, había desde comida hasta motos y coches. También estábamos allí los primeros pasajeros colocando nuestras hamacas. Tras atar la hamaca al techo, regresé a Leticia.

El día siguiente volví al barco con el billete y os aseguro que el aspecto de la cubierta había cambiado por completo. No sólo estaban llenos los puestos de hamacas, sino también el pasillo y el piso inferior (por donde se carga la mercancía), donde hay un ruido infernal porque también da a las máquinas. Si vais en uno de estos barcos, evitad a toda costa el piso que está más abajo. En total, así a ojo, creo que podría haber al menos 400 personas en el barco.

Aspecto de la cubierta una vez colocadas las hamacas

Bailoteo de los haitianos por la noche en el bar

Otra sorpresa del viaje (para mí y para los brasileños) es que la mayoría del pasaje, como un 70-80%, no eran gente local, sino haitianos. Los locales me corroboraron que esto no es lo habitual, que normalmente el pasaje es casi 100% local (y en mis dos siguientes viajes fue asi). Pero, al parecer, tras el terremoto de Haití, el gobierno brasileño ha acogido a muchos como refugiados, y se ha montado una ruta migratoria a través de Panamá y Perú, cruzan a Brasil por la Triple Frontera y continúan hacia el interior en este barco. Así que mis temores de ser el único que no hablara portugués en el barco no tenían motivo: el francés resultó mucho más útil.

Yo con mi hamaquita y mi Lonely Planet

Yo estaba en el piso de en medio, más o menos en la mitad. Para dormir estaba bien porque no era sitio de paso, pero llegar hasta la hamaca era casi misión imposible, entre tantas otras hamacas, gente durmiendo y los equipajes tirados en el suelo, había que hacer mucho contorsionismo. Mis vecinos… no surprise, haitianos.

Jonathan mirando por la borda

En estos barcos, como duran varios días y la gente está muy aburrida (creo que yo era uno de los únicos que tenía un libro), hay mucha oportunidad de conocer a otros pasajeros. Nada más llegar a mi hamaca conocí a Javier, un colombiano de Bogotá que lleva años en Brasil, y a su hijo Jonathan. Jonathan me dijo que no hablaba bien español, pero en seguida me dí cuenta de que su español era casi perfecto. Así que hicimos algún intercambio de idiomas, él me enseña unas palabras de portugués y yo (ya que domina el español) le enseño los números en inglés. Su padre, Javier, tiene una profesión curiosa. Se dedica a hacer globos con formas de animales para los niños, y los vende a sus padres por 1 real los domingos en el parque, o en fiestas infantiles. No perdió ocasión de ofrecer globos a las familias que iban en el barco, y alguna lo compró. Si curiosa es su profesión, lo es también su afición: ligar por internet con mujeres sudamericanas, y según él, algunas veces le ha dado buen resultado. En su libreta apunta páginas de contactos de distintos países, y a mí me pidió que le tradujera al francés para saber cuál se utiliza en Haití. La respuesta que obtuvimos (facebook), no convenció a Javier. 🙂

Con estos y otros entretenimientos se hicieron más amenas las 6 horas de retraso en zarpar, hasta que por fin quitaron las amarras y zarpó el barco. En ese momento, un grupo de haitianos comenzaron a cantar al unísono una canción, que me explicaron es la que cantan en las despedidas. A continuación, el himno nacional de Haití. Luego ya el canto se difuminó entre el jaleo habitual y la canción omnipresente de Michel Teló «ai si eu te pego».

Paisaje desde el barco

El resto de la tarde/noche: ver unos paisajes muy chulos y un precioso atardecer, practicar con Jonathan mis primeras frases de portuñol, escuchar historias tristes del terremoto. Yo pensaba que no iba a poder dormir en esa hamaca y en ese estado de hacinamiento, pero la verdad es que caí rendido, con todo el agotamiento físico y emocional de un día tan intenso.

Alguna anécdota del segundo y tercer día os cuento en el siguiente post.

Col/Br/Per – Saltando de país en la Triple Frontera

El descenso al aeropuerto de Leticia es sobrecogedor. Vas viendo cada vez más verde, tantos árboles, tan juntos, que parece que estuvieran unos encima de otros. Luego el avión baja por debajo de todas las nubes y puedes mirar al frente sin obstáculos: cientos de kms con el mismo paisaje. ¡Impresionante! Un río marrón serpentea entre los arboles. Probablemente en toda esa zona que se ve no vive ninguna persona. O tal vez algunas comunidades indígenas de las que quedan habitan el lugar. La ciudad de Leticia sólo está comunicada con el resto del pais por avion, no hay carreteras ni trenes que circulen por esa inmensa jungla.

Tan pronto como me bajé del avión, tuve la sensación de calor y humedad típica del clima amazónico, que me acompañaría las próximas 3 semanas. Te acostumbras.

La amable señora que me acercó al centro en su Jeep

Una vez salí del aeropuerto, por no coger un taxi con «precio fijo», comencé a caminar los 1,5 km que separan el aeropuerto del centro de la ciudad. Eso sí, con el calor, la humedad, y llevar una mochila enorme a la espalda, prometían ser duros. Cuando llevo caminando unos metros oigo: «¡Señor!, ¡Señor!» Me giro y es una señora con su hijo a bordo de un Jeep. Se ofreció para llevarme al centro, y también acercó a dos chicos peruanos que andaban en las mismas que yo, con trastos pesados, y se dirigían a la frontera con Perú.

Este tipo de escena me ha pasado mil veces. Parece que cuando viajas tienes más oportunidad de experimentar lo generosa y buena que es mucha gente, aunque muchas veces ni siquiera te entiendas en el idioma. A todos los que ayudan a los extranjeros desinteresadamente, y de motu proprio, ¡gracias! ¿hacemos lo mismo con los inmigrantes en nuestros países?

Hostel Mahatu

Una vez llegué al centro y comí algo, me puse a buscar un hostal y al final me quedé en el Hostel Mahatu. Es una casa muy chula en frente de un pequeño lago y con una zona de hamacas para el descanso. Eso sí: cuidado con los mosquitos. El dueño es un personaje de los que hay que conocer. Precio: 20,000 COP/dia. Como es un sitio que no tiene internet, pues la gente habla y se conoce; por las noches nos quedábamos tomando algo los huéspedes de la casa: un grupo de universitarios de Bogotá, dos australianos, un colombiano, un alemán y yo.

Más tarde fui a dar una vuelta por el pueblo. En un bar vi que echaban el Madrid-Barca. Me quedé a verlo con 4 locales furibundos, y, vaya, el Madrid perdió 1-2. En fin, Leticia es un pueblo pequeño y agradable. Es también una buena base para ir a hacer excursiones a la jungla. Aquí este turismo no está tan masificado como en la parte brasileña de Manaus, es más barato y generalmente lo organizan los propios indígenas (fundamental). Yo no lo hice por no demorarme tanto allí, y me arrepentí.

Los pueblos de Leticia (Colombia), Tabatinga (Brasil) y Santa Rosa (Perú) son prácticamente uno. Para pasar a Santa Rosa hay que cruzar un río pero estas barquitas lo hacen constantemente. Yo iba entre un país y otro a lo largo del día según viniera, sin llevar pasaporte ni DNI ni nada. Eso sí, al final la cartera era un lío de monedillas en pesos, soles y reales, además de US$ y EUR que llevo siempre de reserva. Como no había puestos fronterizos, si quieres, como yo, seguir viajando por Brasil, tienes que ir a la policía en horario de oficina y pedir que te sellen el pasaporte.

Este niño te lleva a Perú en un periquete

Pero si yo había venido a este lugar era más que nada para cruzar a Brasil y comenzar el viaje por el Amazonas, así que fui a Tabatinga a comprar un billete para el primer tramo en barco. Allí me informaron que el próximo barco zarparía el sábado. Y esto ya os lo cuento en el próximo post.